Wednesday, May 18, 2011

Contando las cartas...


Aumenta la tensión. Se cierran los ojos para evadir las miradas. Se aguanta la respiración para evitar los suspiros. Aumenta la temperatura. Se detiene el tiempo. La brisa escapa por donde mismo entró.
Analizo la situación. Aun en la evidente derrota no concibo la idea de rendirme. No comprendo el momento. Consciente de mi falta de suerte trato de excusar mi ruina. ¿Cómo puedo estar perdiendo en un juego donde la suerte no juega ningún papel? ¿Qué puede estar sucediendo que no logro entender?
Los músculos se paralizan. Los ojos se confunden con el vaivén de los párpados. El pecho comprime  mi voluntad. Comienzo a sudar. Me paralizo con el tiempo. No se escucha ni un aguaje de la naturaleza.
Mis manos sudan como nunca. No logro despegar las cartas de mis manos. Turno tras turno siento que el azar ha sido sugestionado de alguna manera. Mientras más indago en mi técnica más me acerco al fracaso.
Los músculos se rinden. Veo estrellas donde no las hay. Respiro profundo mas me falta el aire. La fiebre atenta contra mi cordura. El tiempo, detenido, va más rápido que yo. La melodía de la música me lastima los oídos.
Observo detenidamente. Trato de imitar la habilidad de mi contrincante. Me acerco cada vez más al fin. La frustración invade mis pupilas, los números se empañan, las luces destellan en mis ojos, mis manos mojadas no logran secar mi rostro. Ya al borde de rendirme diviso algo, un realidad que quebranta la ilusión que enfrentaba. Las cartas no siempre estuvieron sobre la mesa. ¿Cómo ganar un juego donde la trampa juega un papel protagónico?

Ahora comprendo el porqué de mi derrota.

Mi oponente, desde el comienzo del juego, guardó cartas bajo la manga.


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