Tuesday, May 24, 2011

.Entre opioides y visiones.


Entre drogas y dolor he tenido un episodio de luz. Uno de esos en donde todo se ve diferente, en donde comienzas a entender que la vida es una, que no es justo para mi el tenerme pena, no es justo para nadie que pierda mi tiempo guardando rencor.

Si la vida se tratase de eso, de no saber moverse adelante, uno se cuestionaría el fin de vivirla.


Siento dolor, cansancio, ganas de dormir hasta recuperarme. Debe ser por el hecho de que hubo que romper hueso, capilares y hasta hacerme dos huecos para poder aliviar otro dolor. Un dolor, que aunque intermitente, me impedía sonreír todos los días.

Quizás la vida se trata de eso, de pasar un dolor fuerte para superar otros remitentes.


Siempre he querido hacerme el fuerte, el que no llora en las películas románticas, el que siempre tiene una explicación lógica para todo. Siempre he querido ser el que la gente ve como el macho alpha, como la raíz de todas mis relaciones, después de todo, de suceder algo negativo, de una manera u otra se remitirá a la fuerza de ésta. Siempre he querido ser el que da sin esperar recibir, sólo el libro de la vida sabe cuantas veces he querido tener tanto para poder dar más. Siempre he querido ser ese con el cual todos pueden contar para la verdad, después de todo si quieres saber tu prognosis no se deben andar con caretas ni eufemismos. Siempre he querido ser el que no siente dolor, el que puede seguir adelante no importa cuan intermitentes o persistentes sean las angustias, las grietas, las tormentas.


Entre drogas y dolor he tenido un episodio de luz. La vida se trata de romper con los esquemas en los que uno mismo se envuelve. Parece no bastar con vivir en una sociedad rica en estereotipos denigrantes, uno se categoriza, se rebaja a una simple formula de la cual siempre se puede esperar el mismo resultado.

Estoy seguro que la vida se trata de eso, de uno entender que no somos un múltiplo de cero, ni somos la distancia más corta entre dos puntos.


Cuanto me gustaría poder romper con cadenas que he decidido arrastrar; con cargas tan pesadas que me generan un dolor que no hay cirugía que mejore. Siento que tengo el poder para hacerlo, pero aun en la epifanía, la fuerza tiene la potestad de abandonar mi voluntad. Después de todo, quién puede culpar a un tetrapléjico por perder el brío, quién puede culpar a un ciego por perder el espíritu aventurero, quién puede culpar a un romántico por perder su identidad con cada desamor.


Entre drogas y dolor he tenido un episodio de luz. Uno de esos en donde me encuentro en una dimensión diferente a la real. En donde mis experiencias son tan extrasensoriales como la pasión que me mantuvo atado a mi pasado. Un momento en donde puedo verme en tercera persona y comprender que no soy quien creía ser, que no soy tan fuerte como creía. Donde veo mis fallas, pero me amo con ellas. Donde veo crecimiento, donde veo evolución, donde veo mucho, tanto que es imposible no sentir esperanza. Porque quien fui no me identifica, quien fui es quien fui. Porque quien soy es el transcurso a un mejor yo, quien soy no es quien seré. Porque quien seré será el producto de interminables procesos, quien seré será mejor que quien fui.

Nunca olvidaré que la vida se trata de eso, de tomar un segundo día tras día para recordar tus errores y saber hacia donde te diriges, que no hiciste y que deseas cambiar, que veías al espejo y que transcurso tomaste para ver en ese reflejo a ese ser al cual ninguna tetraplejía, ceguera, ni romance puede derribar.

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